3. ¿Cómo fueron tus primeros pasos para alcanzar tu sueño?
Era una niña con mucha ilusión, en mi familia nadie se había dedicado a la aviación y tampoco teníamos referentes en el medio aeronáutico. Al regreso del viaje, mi padre me sugirió dar el primer paso y redactó con su Olivetti una carta de solicitud de las bases de ingreso en el Ejército del Aire en San Javier. La parte graciosa del asunto resultó ser que, tras su redacción me pidió firmarla, ni siquiera tenía una rubrica definida, se puede decir que en esta carta dejé la primera de muchas. Al cabo de unas semanas recibí la respuesta por correo, contenía una fotocopia de las bases de acceso publicadas en el B.O.E., aun conservo esa carta con mucho cariño.
4. Seguramente no fue fácil al principio. Háblanos de los obstáculos que tuviste que superar.
Los obstáculos son siempre relativos al lugar desde el que se mire la realidad. En mi caso, no tener miembros en la familia que se dedicasen a la aviación parecía ser un condicionante, porque a principios de los 90 escuché muchas veces que ser piloto comercial era un coto cerrado accesible a hijos de pilotos en activo. Pero no lo creí. Y en lugar de quedarme con la creencia popular, hablé con el jefe de estudios del colegio para que me orientase en mi preparación con la carta que había recibido en mis manos.
Considerando que mi despertar se dio pronto, me permitió poner un plan de acción en marcha entre los 13 y 17 años y me entregué por completo al proceso de preparación. Los cambios no siempre son manejables, el aprendizaje al salir de la zona de confort implica llegar a sentirse cómoda haciendo lo incómodo. En aquella época me centré en estar preparada para la formación que se exigía tras recibir la información de acceso a la Academia Militar. Era una alumna brillante de letras, tuve que pasar a ciencias y se me daban fatal. Por las tardes asistía a clases de apoyo para sobrellevar mejor mis asignaturas. Era obvio que para acceder necesitaba estar en forma y prepararme, en este caso el sobrepeso no me ayudaba, entonces un cambio de alimentación y la práctica de deporte regular con un preparador en un gimnasio hicieron el resto.
La adaptación a los diversos desafíos fue progresiva y era alentador ver los resultados, sobretodo porque mantener la fe en el propósito final era el engranaje propulsor del proceso. Sufrir cinetosis en cualquier medio de transporte también condicionaba mi idea de ponerme a los mandos de un avión, pero aún así, continué hacia delante. Entonces, a los 17 años ya estaba casi lista pero aún quedaba una gran prueba por completar, el inglés. Cursé el último año de instituto (COU) en Estados Unidos, viví con una familia americana que me cuidaron como una más de la familia Sivik en Albion, Pensilvania. Y eso si fue un gran aprendizaje.
10. Estuviste en el homenaje a Bettina Kadner, la primera mujer que consiguió la licencia de piloto en los años sesenta en España. ¿Cómo es?
Es una mujer muy sencilla, que me sorprendió mucho y me encantó conocer. Y al parecer no sufrió ninguna discriminación tampoco, o al menos ella no se enteró de ello.
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