Bolsita de té: El arte de ser consciente

Bolsita de té: El arte de ser consciente

Bolsita de té:

El arte de ser consciente

Por Laura Bautista Solís

Verano,

era la primera palabra que buscaba escribir ante la ausencia.

¡¿Ausencia?!

te cuestionarás, sin embargo; no percibes que tienes esa incertidumbre; en ocasiones te encuentras pensativo, atormentado o feliz, pero no te das cuenta de que se requiere reposar, ¡como una bolsita de té!

¿Por qué?, porque sólo se coloca y se deja reposar en una taza, la retiras y la vuelves a sumergir, ¡justo ahí!, notarás que se desprende una esencia muy especial, ¡te inspirará en tu paladar o en tu mirar!

 

¿Para qué disfrutar de una taza de té?, tiene la particularidad de relajarte, mantener la concentración, conectarte contigo mismo, además de ser una bebida natural que tiene efectos antiinflamatorios en el organismo, ¡permítete disfrutarlo!

¡No temas a los cambios!, ¡sé cómo una bolsita de té!, exprime la esencia interna que tienes y crearás una conexión con tu entorno, ¡el cambio viene de dentro!, si te sientes asfixiado, ¡busca tu paz! a través de fotos, libros, frases, miradas, sonrisas, charlas y personas, todo lo que realmente te inspire a tener un pensamiento diferente, ¡acompañado de una bolsita de té!

 

La sociedad, se ha olvidado de disfrutar la naturaleza, tocando una hoja y percibiendo el olor a petricor que desprende la tierra, al ver cómo caen las gotas de lluvia.

Te sugiero que vayas a un lugar lejos de la ciudad y te adentres a un bosque o jardín, ¡cierra los ojos!, siente cómo la tranquilidad inspira, ¡presta atención!, a los olores que hipnotizan con la esencia de ese lugar, ¡mantén tus oídos alerta!, siente como el vaivén del aire pasa sobre tu rostro y manos, ¡escucha! el cantar de los pájaros y ¡no temas! del roedor haciendo ruido entre las hojas, o si comienza a llover ¡sólo escucha y siente!.

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San Valentín, el santo del amor

San Valentín, el santo del amor

San Valentín,

el santo del

amor

Por Cristina Martínez Martín

¿CONOCES SU HISTORIA?

Valentín fue un sacerdote que, en Roma, en el siglo III de nuestra era, celebraba matrimonios de jóvenes enamorados en contra de la prohibición del emperador, por lo que fue condenado a muerte.

Se pierde en los flecos de la historia desde cuando se celebra el día de los enamorados en honor a Valentín…

A los avisados comerciantes especialistas en vendernos sueños, les interesa
transformar el poema, con el que se pretendía mostrar una vez más el amor de cada día a la persona amada, en un regalo.

Un regalo significa caja. Y ahora, en tiempos de la pandemia, cualquier caja es bienvenida. Ese regalo fue pasando con el tiempo de un detalle a una flor, de flores a objetos codiciados, y en último lugar a joyas en función del poder adquisitivo de la pareja…

Ahora que la pandemia ha transformado nuestro mundo y nos fuerza a cambiar y a modificar los valores de usar y tirar de los que nos servíamos antes, forzándonos a la reflexión…

En un principio y como decía mi padre: quien está enamorado, lo está todos los días del año y no sólo el día de san Valentín, y demostrarlo a la pareja es un trabajo cotidiano a veces bien duro, imposible de evaluar materialmente, aunque siempre recompensado, no ya porque el otro lo devuelva sino porque generar amor enriquece a quien ama…

 

Llenar de contenido material un sentimiento romántico y espiritual como el amor es contradictorio, pero vivimos muchas contradicciones en nuestras vidas, y los
comerciantes me maldecirán por sacar a colación semejantes reflexiones en estos tiempos…

Ahora que estamos de nuevo apreciando lo que tenemos sin desear con avaricia todo lo que la publicidad se esfuerza por hacernos desear…
Ahora que comprendemos al fin que, con nuestra fiebre enceguecida y consumista, nos estábamos cargando el planeta, nuestro medio ambiente, nuestros recursos naturales, el agua, el mar, a todos los seres vivos, y hasta el aire que respiramos… más pierde sentido.

Ahora que nos encontramos en la prisión del confinamiento, es cuando tenemos la oportunidad de aprender de nuestros errores, y apreciar lo que de verdad cuenta en nuestras vidas. Y el amor, ese amor del que hablan los poetas y que nos hace trascender nuestros egoísmos para transformarnos en seres generosos, no tiene valor material. Ahora bien, sin él nos sentimos profundamente desgraciados y desvalidos, pues sin él todo lo demás pierde sentido.

 

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