Por Mar Cantero

PERDÓNATE, por ponerte en último lugar

¿Cuántas veces te has puesto en último lugar? Yo, muchas.

 

Suele ocurrirnos a los que somos PAS (personas altamente sensibles) y también empáticas, que nos ponemos siempre en último lugar, porque nos es muy fácil sentir lo que sienten los otros, y no queremos que nadie sufra. Por eso, lo hacemos, porque queremos que todo el mundo esté bien, salvo nosotros mismos. 

Me ha ocurrido en el amor, en la amistad, en la familia, en el trabajo, y en todas y cada una de las relaciones de mi vida. Es un deseo de bienestar general, no queremos ver sufrir a nadie, puesto que podemos sentirlo como si fuera nuestro, gracias a nuestra infinita sensibilidad. Pero luego, nos damos cuenta de que todo ese esfuerzo no sirve de nada y, además, nunca es recompensado. Todo lo contrario, parece que cuanto más nos ponemos en último lugar, más nos relegan los otros al final de la cola. 

Antes no era consciente de estar haciéndolo, pensaba que, como buena persona, era un deber, mi deber. Pero una buena terapia te hace comprender que la mayoría está aprovechándose de esa bondad, de esa sensibilidad y empatía extremas, y no solo, no te lo devolverá de la misma manera, sino que pensará que es mejor que tú (que yo) precisamente por eso, porque le has acostumbrado a ponerle siempre delante de ti, lo cual denota importancia. Es como si le dijeras a esa persona, eres más importante que yo.

¿Pero lo es? Nadie tiene ningún derecho a tratarte como si fueras menos que ellos y suele ser precisamente todo lo contrario. Su reacción es simplemente un ego subido, malherido, mal comprendido, y con unas terribles carencias e inseguridad en sí mismo. Piénsalo, el que se siente seguro de sí mismo, no necesita ponerse por encima de nadie. La persona segura de sí, actúa y vive de acuerdo a sí misma, sin tener que imponerse, ni pretender tener siempre la razón, ni quedar por encima.

  En los últimos meses, he sufrido esta actitud en algunas personas, pero esta vez, no he actuado como hacía antes, poniéndolas en primer lugar y a mí en el último, para que no sufran, porque me he dado cuenta de que así, quien sufre, soy yo. Únicamente yo. Y ya me he cansado. Así que, a las últimas personas que han pasado por mi vida y me han tratado así, ya no se lo he permitido. He preferido alejarme, decir adiós, o no decirlo, sobre todo si ya has intentado varias veces estar bien con esa persona y solo has recibido una absurda demostración de orgullo mal entendido de su parte. Con este editorial de febrero, quiero recomendarte, querido lector de Mentes abiertas, que te perdones por ponerte en último lugar, pues es tu sensibilidad extrema y tu alto nivel de empatía, lo que te ha llevado a hacerlo. Sin olvidar algo muy importante que los demás no han sabido apreciar, que siempre has querido que ellos estuvieran bien. Perdónate por ponerte en último lugar, pero no vuelvas a hacerlo. Tú eres importante. Tú eres lo más importante para ti, para tu vida, y para los que te quieren de verdad. A partir de ahora, ponte siempre en primer lugar y verás que muchos saldrán corriendo y te abandonarán, pero, ¿realmente quieres tener a personas así a tu lado? Seguro que no.  

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