Las mujeres y el poder, Por Cristina Martínez Martín

Las mujeres y el poder, Por Cristina Martínez Martín

  Las mujeres y el poder

Por Cristina Martínez Martín

Estaba viendo la serie de Netflix «Diplomática» con una mezcla de curiosidad y escepticismo cuando, casi sin proponérmelo, empezaron a surgir algunas reflexiones.
En la ficción, Estados Unidos nombra a una mujer embajadora en el Reino Unido: uno de los cargos más importantes de la diplomacia internacional, jamás ocupado por una mujer en la vida real. ¡Ojalá así fuera! Pero no lo es. Desde 1960, apenas el 9 % de los embajadores estadounidenses han sido mujeres, y casi siempre destinadas a países de escasa relevancia estratégica.

Al repasar la historia, el panorama no cambia demasiado. Muy pocas mujeres han alcanzado puestos clave en los gobiernos del mundo.   Sin embargo, las que lo lograron dejaron huella, demostrando que se puede gobernar en momentos críticos sin que los conflictos desemboquen en una guerra mundial: esa espada de Damocles que hoy pende sobre nosotros.

Golda Meir, primera ministra de Israel, supo conducir con firmeza y tacto una crisis delicadísima. Indira Gandhi, en la India, sentó las bases de un país más moderno, progresista y justo. Ellen Johnson Sirleaf, presidenta de Liberia de 2006 a 2018, recibió el Nobel de la Paz por su labor en favor de la igualdad. Michelle Bachelet, presidenta de Chile tras una dictadura difícil de perdonar, eligió la paz sobre la revancha y sacó al país de la parálisis política. Angela Merkel gobernó Alemania con inteligencia, discreción y excelencia. Benazir Bhutto fue asesinada, como Indira Gandhi, por atreverse a implantar en Pakistán un sistema más justo.

Pese a estos ejemplos admirables, la creencia de que las mujeres somos menos capaces, menos inteligentes, menos decididas y menos eficaces que los hombres sigue incrustada en la conciencia colectiva. Sospecho que Hillary Clinton y Kamala Harris no alcanzaron el éxito que esperaban —y merecían—, en gran parte por el hecho de ser mujeres.

Las que crecimos en los años setenta y ochenta fuimos las primeras en acceder a carreras universitarias antes vedadas, pero seguimos teniendo como meta el matrimonio, los hijos y, por encima de todo, el bienestar familiar.

Un dilema que los hombres rara vez se plantean es el de conciliar vida familiar y trabajo. Para ellos, lo prioritario suele ser la carrera profesional; para nosotras, la familia. Esa diferencia nos resta disponibilidad y libertad.

Pero hay algo que nos distingue: en general, no buscamos la guerra, sino el consenso. No vemos la confrontación como un campo de batalla, sino como una mesa de diálogo.

Quizá, algún día, el mundo se atreva a dejar en manos femeninas los grandes botones de decisión. Tal vez entonces descubramos que el verdadero poder no está en imponerse, sino en construir. Y que la paz, lejos de ser una utopía, podría ser simplemente una forma distinta —y más humana— de gobernar.

¿Espiritualidad auténtica?, por Yolanda Mármol

¿Espiritualidad auténtica?, por Yolanda Mármol

¿ESPIRITUALIDAD

AUTÉNTICA?  

Por Yolanda Mármol

El camino de la espiritualidad es personal, único y diferente para cada persona, es decir, hay múltiples maneras y caminos para conectar con la auténtica espiritualidad. Antes de proseguir, quiero hacer un inciso, la espiritualidad en sí misma es auténtica. He querido poner “auténtica” y “no auténtica” para darnos cuenta de lo que verdaderamente es espiritual y lo que nos pueden llegar a hacer creer.

Hoy en día, en una sociedad donde “todo vale” o “casi todo”, nos pueden imponer desde fuera (sin darnos apenas cuenta) el modo de presentar la espiritualidad “no auténtica”, mediante dogmas, imposiciones, autoritarismo y mediante un pensamiento rígido y no flexible. Aquí entraría los “falsos gurús”.

La “auténtica espiritualidad”, es sencilla, gratis, flexible, no autoritaria, de pensamiento abierto y flexible. Por ejemplo, podemos conectar con la espiritualidad (todos somos seres espirituales) con la música, con el contacto con la naturaleza, con una lectura, contemplando un amanecer, haciendo yoga, meditando, y un largo etcétera. En definitiva, todo aquello que nos hace sentirnos plenos interiormente y conectados con todo y con todos, a la vez que, nos da paz y serenidad, nos conecta con nuestra espiritualidad. Y todo ello, si nos damos cuenta, lo podemos hacer por nosotros mismos, sin maestros ni “gurús”. No quiero decir con esto que, no haya personas que nos puedan inspirar, guiar y motivar por su modo de ser y ver el mundo, pero nunca nos impondrán su forma de hacer las cosas como la única forma válida, ya que, hay muchos caminos (y todos bajo la absoluta libertad) para llegar a ella.

Todo aquello que sea autoritario, no flexible, con un pensamiento cerrado y rígido, será más bien fruto de ego, y el ego es todo lo contrario a lo espiritual. Lo espiritual podrás observar que es natural, único y distinto para cada persona, por eso, hoy más que nunca, tenemos que mirar con ojos de observador para distinguir lo que es y lo que no es espiritual.

 

Todo aquello que no nos deja ser nosotros mismos, sacar lo mejor de nosotros y, no nos deja brillar, nos está alejando de nuestra espiritualidad.

Todo esto que he escrito anteriormente y he querido transmitir, me lleva a las siguientes frases (cuyos autores desconozco):

“Nadie puede enseñarte, nadie puede hacerte espiritual”.

“No hay otro maestro, sino tu propia alma”.

Y, como decía, te pueden inspirar, guíar, pero el camino hacia tu corazón,

y por ende, hace tu espiritualidad te pertenece solamente a ti.

Mi experiencia con la terapia regresiva, Mar Cantero

Mi experiencia con la terapia regresiva, Mar Cantero

  MI EXPERIENCIA CON

LA TERAPIA REGRESIVA

Un viaje y un reencuentro

Por Mar Cantero

Hace poco, he participado en un curso de fin de semana de terapia regresiva, impartido por el Doctor  Juan José López Martínez, experto en la materia que lleva más de veinte años tratando a pacientes con todo tipo de problemas, siempre con resultados muy positivos. En este artículo, quiero contarte mi experiencia con esta terapia, sin entrar en detalles pues es muy personal, pero aportando lo que ha significado y los cambios que se han producido en mí tras haber realizado la regresión.

El doctor Juan José dijo que no se trataba de suerte, pues solo iban a hacer la regresión unas pocas personas elegidas por sorteo. Él opina que cuando le toca a alguien, es quien más lo necesita. Lo siento mucho por el resto de compañeros que no tuvieron mi suerte pues sé que todos los que estábamos allí lo necesitábamos y además, lo deseábamos, con más o menos reparo, pues puede dar un poco de respeto en un primer momento. Pero tras haberla hecho, puedo decir que ha sido una experiencia altamente positiva, y que aún estoy notando cambios en mí, que me sorprenden por la rapidez con la que ocurren y porque además continúan con el paso de los días. Como una semilla germinando en mi interior, cuyas hojitas empezaran a salir regalándome un nuevo pensamiento, una opinión diferente de las que había tenido hasta entonces, una visión más abierta, e incluso una sensación de paz que me hace pensar que lo que tenga que ocurrir, ocurrirá, porque tiene que ser así, y que siempre habrá otra puerta por la que salir, otra persona con la que toparse, y una nueva experiencia que me hará sentirme viva, mucho más que antes.

¿Cómo es la terapia?

Estuve consciente en todo momento pues en esta terapia no se utiliza la hipnosis. Al contrario, se ha de estar consciente para liberar la imaginación, para que así el doctor puede leer entre líneas y saber por dónde continuar. A algunos les costó un poco más que a otros, algo normal porque todos queríamos hacerlo bien y no queríamos engañar a nadie, ni a nosotros mismos. Y el hecho de dejarnos llevar por la imaginación, en principio nos parecía un engaño, pues pensábamos que teníamos que entrar en una especie de trance en el que aparecerían las imágenes y palabras correctas. Pero resulta que no se trata de eso, sino sencillamente de dejarse llevar por la sabia guía del doctor, que maneja perfectamente todas las situaciones, sea cual sea el resultado, y soltar esa rigidez y ese miedo a equivocarnos, que es lo que nos frena. Al fin y al cabo, es una terapia y lo importante es lo que vea y exprese cada uno, y nadie va a juzgar si es cierto o no, porque en principio, es el paciente quien tiene la voz cantante. Y después, si surge algo más, ya se verá.

Y surgieron cosas… Algunas tan sorprendentes por su rareza y realismo que uno empieza a dudar. Como dijo uno de mis compañeros, o todos somos buenísimos actores o es real lo que estamos viendo y oyendo. Si fuera fingido, ya habríamos recibido un Goya. Por ello, las dudas sobran, pues esta terapia ha ayudado y está ayudando, hoy día, a miles de personas. No solo aquí, sino también en otras partes del mundo, pues tiene unos excelentes resultados en muchos aspectos, desde la curación de enfermedades físicas y psicológicas, hasta la solución de temas más trascendentales. El doctor nos contó algunos casos que merecerían mención por mi parte, pero debo tener el respeto de no contarlos y expresar solamente, en la medida que pueda, lo que he sentido yo al participar de esta terapia.

El alma/conciencia

El doctor Juan José López llama alma/conciencia a esa parte de nosotros que nunca muere. Él está seguro de ello por experiencia propia y por todos los casos de sus pacientes, que han sido muchos. Si pudiera describir lo que me ocurrió en mi regresión, entre otras muchas cosas, diría que conecté con mi alma/conciencia, que es donde están las respuestas a tantas preguntas como tenía antes, y que ahora parecen responderse por sí solas en cuanto pienso en ellas, de una forma que me sorprende. por la facilidad con que se me caen encima las respuestas y con la sencillez de saber que siempre estuvieron ahí para mí, pero mi mente consciente era incapaz de verlo.

Me siento mucho más sabia tras haber hecho una regresión y también he comprendido que siempre he sido así, aunque no lo sabía. Y no lo digo con prepotencia sino con mayor humildad que antes, si cabe, y con una certeza que me era imposible ver en el pasado. Además, está esa sensación de paz, y de saber que lo que piense o decida, es lo correcto, y no solo repercute en mí, sino también en el resto de personas de mi entorno.

Los problemas que tenía antes, siguen estando en mi vida, la gran diferencia es que ahora ya no los veo como problemas, sino como caminos diferentes que puedo tomar o no, dependiendo de mis deseos, de lo que resuene conmigo, y de lo que sienta que me pertenece. Antes pensaba siempre en el resultado, en lo que podía pasar si decía o hacía tal o cual cosa. Ese resultado podía ser positivo o negativo y era como si la presión de llevar una vida acertada dependiera de mí, y después, si el resultado no era el esperado, aparecía la sensación de llevar una vida equivocada.

¿Para qué he venido al mundo?

También estaba la sensación de que ya nada tenía sentido, por ejemplo en mi trabajo, de esto sí puedo hablar. Aunque amo escribir, detesto el mundo editorial caduco y competitivo que hay detrás, pero al no ver otros caminos, me sentía obligada a continuar ahí sin desearlo. No quería seguir participando de todo ese mercado en el que lo único que importa es el dinero, y el arte queda en último lugar. Soy una artista y no puedo sentirme bien participando de eso. Entiendo que hay que vivir y ganar dinero, pero siempre con respeto por lo que estás haciendo y el mundo editorial en el que me muevo, no respeta nada. Tras haber hecho la regresión, no sé todavía si hay una puerta nueva y diferente que quiero abrir, pero tengo la tranquilidad de saber que actúo acorde a lo que pienso y a cómo soy, que respeto mi trabajo y que no voy a permitir trabajar con nadie que no lo respete como yo.

Y esto, lo extiendo también a lo personal, cuando nos topamos con actitudes tóxicas en personas que no viven de forma consciente. Ya sabía esto antes, pues soy coach, he escrito varios libros de autoayuda y me he formado en estos temas. Pero ahora lo sé, con una calma que me hace capaz de mirar desde fuera y, desde ahí, puedo ver los distintos niveles de consciencia desde donde vive cada uno. Y no es siempre el mismo. Al decir esto, de nuevo me mueve la mayor humildad posible, pero es una realidad y no puedo negarla. Dependiendo del trabajo que hagas en ti mismo, en tu desarrollo personal, psicológico y emocional, vives en un nivel de consciencia que puede ser muy diferente al de otras personas. Y esto duele, porque a veces aquellos que quieres viven completamente inconscientes de quiénes son, de quiénes somos, algo que lleva a los peores conflictos.

Todos podríamos vivir en paz si fuéramos conscientes de quiénes somos. A esto también ayuda en gran manera la terapia regresiva, a ser consciente de ti mismo, de por qué estas aquí y de quién eres. Yo me había preguntado muchas veces para qué he venido al mundo, sobre todo cuando mi trabajo no obtenía resultados positivos, los que yo creía que lo eran. Tras hacer la terapia he comprendido que no he venido al mundo para escribir ni para hacer otra cosa, sino para ser quién soy. Tengo la suerte de tener capacidad para hacer cosas distintas y me gustan todas ellas, y he venido para hacerlas con el mayor entusiasmo, desde mí misma siempre, y no manipulada por otros. He venido a hacer lo que desee, lo que me hace feliz, lo que aporte. Ahora sé que he venido al mundo a ser YO con mayúsculas. Y el resto, son solo diferentes posibilidades de expresarme, de compartir las capacidades con las que he nacido. Todos tenemos muchas, pero el miedo no nos deja descubrirlas.

El reencuentro conmigo misma

Por eso, he querido escribir este artículo, para mostrar desde mi experiencia lo maravilloso de esta terapia y, aunque, a veces me asalta el miedo a que haya un bajón y el lugar de paz en el que me encuentro ahora, se escape en el universo y no pueda regresar a él, me digo a mí misma que es imposible porque ese lugar de paz, esas sensaciones de sabiduría interior y de confianza en mí misma, está dentro de mí, y lo ha estado siempre, aunque yo no pudiera sentirlas, pues soy yo misma y ellas son yo, al mismo tiempo.

El dolor, el sufrimiento, el miedo, los golpes de la vida, los conflictos, etc., hacen que nos olvidemos de quiénes somos, pero podemos reencontrarnos a nosotros mismos, si nos acercamos y conectamos con ese alma-conciencia que realmente somos. La terapia regresiva te lleva a esto, al menos, es lo que me ha ocurrido a mí. Por eso, agradezco al doctor su trabajo y su cuidado, y a las personas que estaban allí, acompañantes o alumnos que aprenden de él, como Pablo Lull Barranco, organizador del curso y dueño del espacio en el que se realizó, cuya sorprendente historia narró de forma preciosa en un libro que recomiendo encarecidamente, así como los libros del Doctor Juan José López Martínez, todos ellos maravillosos.

Obviamente, recomiendo también esta terapia, sin desmerecer nunca a otras terapias que me han ayudado también muchísimo y de las que tampoco quiero prescindir por el momento, pues son muy necesarias para vivir con plena consciencia y conciencia, respetando a los demás y a mí misma.

Quiero agradecer también la suerte de haberme encontrado con el resto de compañeros, todos participaron del curso con el máximo respeto, ávidos de conocer, sin parar de hacer preguntas al doctor que posee un gran conocimiento del tema y que estaba siempre dispuesto a compartir esa información respondiendo a todas nuestras preguntas, por muy extrañas que pudieran parecer a veces. Pero no hay preguntas incorrectas y todo el que tiene una pregunta merece el respeto de que sea contestada, y además, siempre hay un motivo para hacerla. Me llevo un gran recuerdo de todos ellos y os aseguro que esto no me ha ocurrido siempre.

Y esta es mi experiencia con la terapia regresiva. He intentado contarla de la forma más personal y auténtica, como soy yo, sin dejar de conectar con mi alma-conciencia, que soy yo misma.

TRAMPAS, por Cristina Martínez Martín

TRAMPAS, por Cristina Martínez Martín

Por Cristina Martínez Martín

TRAMPAS:

Una lección que todavía tenemos

que aprender muchas mujeres,

es la de querernos.

Querernos como somos, con nuestras virtudes y defectos, con nuestro físico, sea cual sea, con nuestro organismo herencia de nuestros mayores, con nuestra estética independiente de los modelos en vigor, porque, no lo olvidemos, ahora se llevan las delgadas, pero el pasado las abundantemente carnosas, y con nuestras circunstancias.  Y si para conseguir el modelo, que no se adapta a nuestro físico o a nuestro organismo, nos tenemos que someter a verdaderas torturas, es que no nos estamos ni queriendo ni respetando.

Lo importante no es gustarle a los demás, sino gustarnos a nosotras mismas y evitar las comparaciones.

Cuidémonos por una cuestión de salud no por unas reglas de estética que pueden cambiar en cualquier momento y obedecen al capricho.

Los seres humanos buscamos y necesitamos el afecto, algo esencial en nuestras vidas, y las mujeres, somos en especial vulnerables en ese apartado

Nacemos, vivimos y morimos en función de los afectos de nuestros padres, de nuestras parejas y de nuestros hijos. Eso es maravilloso en sí, pero tiene un coste tremendo para muchas mujeres porque, para responder a las exigencias de sus seres queridos, han de anularse, han de dejar de lado oportunidades y profesión, y han de sacrificar, asimismo, ilusiones y proyectos.

Y por ahí entramos en un terreno peligroso.  ¿Es procedente anularse para que nos quieran?  ¿Compensa o por el contrario las mujeres termínanos transformándonos en seres resentidos por causa de esa anulación que ha dejado a nuestras vidas vacías de sentido?

No somos libres de escapar del enamoramiento, pero si lo somos de escapar de la esclavitud.  La dependencia no es amor.  El amor es libre y la dependencia ata con hilos de tanza, pero las mujeres confundimos ambos a menudo, una trampa.

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MENTES ABIERTAS

Atrapados, por Cristina Martínez Martín

Atrapados, por Cristina Martínez Martín

Por Cristina Martínez Martín

Atrapados: En esta época, la imagen lo es todo.

Vivimos en la época en la que importa más parecer que ser. La imagen lo es todo. Si ya en el pasado la moda nos empujaba hacia modelos imposibles, como fue el caso en los años sesenta de Twiggy, aquella muchacha anoréxica todo hueso y piel, hoy todavía es peor.  Vivimos pegados al móvil y, por lo tanto, a la imagen de unos modelos imposibles de imitar.

De nada vale el consejo de nuestras madres: a los hombres les gusta tener donde agarrar porque también los hombres están mediatizados hoy en día al igual que las mujeres por esos ideales flacos, imposibles y artificiales.

De ahí a los excesos de la cirugía estética. En ciertos grupos de amigas todas se parecen tanto que es difícil distinguirlas.  Eso no procede de la casualidad ni de la coincidencia. Es evidente que todas acudieron al mismo cirujano.

Es verdad que a veces puede ayudar en casos de extrema reacción exterior el arreglar ciertos rasgos disparejos. Sin embargo, las diferencias son lo que nos hace únicos y cuando borramos esas supuestas imperfecciones estamos logrando el objetivo opuesto. Valga como ejemplo que la belleza de Bárbara Streisand reside en su nariz, la de Julia Roberts en una boca en exceso grande y la de Frida Kahlo en sus cejas unidas en el entrecejo.  

Además del gasto innecesario, del derroche de medios y de la ocupación de espacios esenciales para cirugías necesarias, no se habla de las consecuencias. Hay gente que muere en el quirófano a consecuencia de esas operaciones. Gente que queda deforme o con secuelas que les dejan enfermos el resto de su vida mientras que otros mueren por estar los quirófanos ocupados…

La belleza no consiste en unos determinados rasgos físicos. Como se ha visto a lo largo de la historia esos rasgos han ido cambiando.

Por ejemplo, a principios del siglo XX se llevaban las mujeres carnosas y en la época de Twiggy los esqueletos ambulantes; en la antigüedad la tez blanca era rasgo de belleza y la gente se ponía en la cara polvos con plomo. En el siglo XVIII se envenenaban con polvos de arsénico en las caras. Me cuesta imaginar las consecuencias a medio y largo plazo de esos polvos sobre la piel además de acarrearles la muerte, pero, por contraste, a finales del siglo XX se llevaba el bronceado y las mujeres se quemaban al sol.

En lugar de trabajar el interior para ser cada vez más dueños de nosotros mismos, retocamos la fachada hasta dejarla irreconocible y descuidamos el interior. De este modo, olvidamos lo esencial: la belleza consiste en estar bien consigo mismo, aceptarse y transmitir ese bienestar al exterior.

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MENTES ABIERTAS

Menos palmas y más nueces, Cristina Martínez Martín

Menos palmas y más nueces, Cristina Martínez Martín

  Menos aplausos y más nueces

Los sanitarios siguen sin conseguir lo que necesitan

 Por Cristina Martínez Martín

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Durante la pandemia se convirtieron en nuestros héroes.  A las ocho de la tarde, los españoles nos asomábamos a las ventanas y balcones para aplaudir a los sanitarios.  No era para menos.  Se estaban jugando la vida contra ese covid que tantas vidas se llevó por delante, entre otras, las de los más expuestos al contagio, las suyas…

La batalla al principio era desigual.  Ni siquiera tenían equipos de protección adecuados para combatir aquella virulencia.  No por eso desertaron de sus puestos.  Los sanitarios hicieron gala durante ese periodo fatídico de una ejemplar profesionalidad, de sacrificio personal y de una disposición y generosidad que nos dejó a todos deslumbrados.  En ese periodo en el que las vacunas todavía no habían aparecido eran nuestra única tabla de salvación. 

El peligro ha pasado.  Las vacunas están venciendo al covid, hemos enterrado a nuestros muertos y volvemos poco a poco a nuestra vida de antes.  Ya nos hemos olvidado de los héroes y estamos dispuestos a convertirlos en villanos al juzgar que no nos atienden como merecemos. 

Los españoles tenemos la memoria flaca y olvidamos pronto los favores.  Reconozcámoslo.  Nos fastidia ver a los sanitarios manifestarse para pedir mejoras salariales y nos irrita que hagan huelgas y falten a sus puestos de trabajo o que no nos atiendan con tiempo cuando vamos a consultarles. 

En el pasado, para ser médicos había que tener padres ricos. Esa carrera, además de larga y dura, consumía muchos recursos.  Los médicos, en la mente del colectivo español, eran todos unos señoritos.  En la actualidad, ya no es una opción sólo al alcance de los hijos de padres pudientes, sigue, no obstante, consumiendo recursos al por mayor y exige unas notas sobresalientes en el bachillerato. 

Y, si para empezar se necesitan esas notas brillantes, para continuar, la fortaleza de un cosaco, y para terminar y lograr un puesto de trabajo, luego hay que aprobar exámenes dignos de las olimpiadas…

Evidentemente, muchos abandonan en mitad del camino.  De modo que los que llegan a ostentar ese título y nos reciben cuando estamos enfermos lo han recorrido a base de vencer el cansancio extremo y el desaliento.  Y ¿qué se encuentran al llegar a la meta?  Pues, unos sueldos que no han aumentado desde hace treinta años, una masa de trabajo inasumible, menosprecio por parte de las autoridades, frustración por no poder ocuparse en condiciones de los pacientes e irascibilidad e incluso a veces agresividad por parte de quienes no entienden por qué antes se les atendía tan bien y ahora no tanto…. 

Mientras que nuestra sociedad ha evolucionado y los antiguos trabajadores: electricistas, fontaneros, albañiles, mecánicos y demás trabajadores de mono azul han ido dignificando sus salarios, los antiguos señoritos del espectro sanitario, han ido viendo como su situación iba menguando hasta ganar en la actualidad mucho menos que cualquiera de los de mono azul.  No es de extrañar que muchos se vayan a trabajar allá donde se le paga acorde con su trabajo y estudios.  Lo cual vuelve a ser otra sangría para el Estado puesto que en la formación de ese personal sanitario ha sido invertido mucho dinero.  

La sanidad pública española ha sido un modelo del que podía presumir nuestra democracia.  La excelente formación de nuestros sanitarios está fuera de dudas.  A los países menos estúpidos que el nuestro les encanta recibirlos con los brazos abiertos…  

Ahora bien, nuestra sanidad ha sido un coladero para todos los habitantes del planeta. Miles de ciudadanos de otros países venían y vienen a España para hacerse operar y cuidar gratis.  Nuestra generosidad es modélica, pero implica un derroche y una sangría para el Estado.  Y no hablo por hablar.  Conozco a unos canadienses que vinieron a hacerse operar del corazón y luego recibieron el costoso tratamiento correspondiente, todo gratis, porque en Canadá, uno de los países más ricos del mundo, al no haber cotizado a la seguridad social no tenían derecho a su sanidad y esa operación y tratamiento les habría costado los dos ojos de la cara.

Ésa es la situación.   Así que, por favor, en lugar de tantas palmas, lo que nuestros sanitarios necesitan ahora es que nos manifestemos a su lado y exijamos sueldos acordes a su formación y esfuerzo.  Sueldos dignos y horarios compatibles con una vida decente.  Y que se queden en su país, el nuestro.

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MENTES ABIERTAS

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