San Valentín,

el santo del

amor

Por Cristina Martínez Martín

¿CONOCES SU HISTORIA?

Valentín fue un sacerdote que, en Roma, en el siglo III de nuestra era, celebraba matrimonios de jóvenes enamorados en contra de la prohibición del emperador, por lo que fue condenado a muerte.

Se pierde en los flecos de la historia desde cuando se celebra el día de los enamorados en honor a Valentín…

A los avisados comerciantes especialistas en vendernos sueños, les interesa
transformar el poema, con el que se pretendía mostrar una vez más el amor de cada día a la persona amada, en un regalo.

Un regalo significa caja. Y ahora, en tiempos de la pandemia, cualquier caja es bienvenida. Ese regalo fue pasando con el tiempo de un detalle a una flor, de flores a objetos codiciados, y en último lugar a joyas en función del poder adquisitivo de la pareja…

Ahora que la pandemia ha transformado nuestro mundo y nos fuerza a cambiar y a modificar los valores de usar y tirar de los que nos servíamos antes, forzándonos a la reflexión…

En un principio y como decía mi padre: quien está enamorado, lo está todos los días del año y no sólo el día de san Valentín, y demostrarlo a la pareja es un trabajo cotidiano a veces bien duro, imposible de evaluar materialmente, aunque siempre recompensado, no ya porque el otro lo devuelva sino porque generar amor enriquece a quien ama…

 

Llenar de contenido material un sentimiento romántico y espiritual como el amor es contradictorio, pero vivimos muchas contradicciones en nuestras vidas, y los
comerciantes me maldecirán por sacar a colación semejantes reflexiones en estos tiempos…

Ahora que estamos de nuevo apreciando lo que tenemos sin desear con avaricia todo lo que la publicidad se esfuerza por hacernos desear…
Ahora que comprendemos al fin que, con nuestra fiebre enceguecida y consumista, nos estábamos cargando el planeta, nuestro medio ambiente, nuestros recursos naturales, el agua, el mar, a todos los seres vivos, y hasta el aire que respiramos… más pierde sentido.

Ahora que nos encontramos en la prisión del confinamiento, es cuando tenemos la oportunidad de aprender de nuestros errores, y apreciar lo que de verdad cuenta en nuestras vidas. Y el amor, ese amor del que hablan los poetas y que nos hace trascender nuestros egoísmos para transformarnos en seres generosos, no tiene valor material. Ahora bien, sin él nos sentimos profundamente desgraciados y desvalidos, pues sin él todo lo demás pierde sentido.

 

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