Un grito en el desierto, Cristina Martínez

Un grito en el desierto, Cristina Martínez

Por Cristina Martínez Martín

                         Un grito en el desierto

 

ALGUNOS HOMBRES MATAN A LAS MUJERES     

Estamos viviendo a nivel mundial un rebrote de machismo innegable.

Abrir un periódico y encontrar en los sucesos la muerte de una mujer a manos de su pareja se ha convertido en algo habitual.  Ya no merece siquiera el valor de la primera plana.  Aquí en España como en cualquier parte del mundo, eso sucede cada día.  ¿Me quieres?, no, pues te mato.  Luego la justicia con muy buenas intenciones y muy pocos resultados, encierra a los asesinos unos pocos años y después los sueltan.  Ahora bien, los agresores no se arrepienten, al contrario, se ríen de la ley en sus narices y vuelven a las andadas en cuanto se ven en la calle.  La vida de mujer cuesta tan sólo unos pocos años de prisión.

Nadie puede amar por decreto.  Pero, para el hombre que desea a una mujer, esa reciprocidad es lo de menos.  Lo importante es lo que él siente y quiere.  El machista no acepta a la mujer como igual y, por lo tanto, no acepta un no por respuesta.

En occidente, los asesinatos y agresiones se suceden sin interrupción. La manadas de hombres, camuflados bajo el estandarte de algún deporte, pasean arrogantes su exaltada libido por las ciudades donde no los conocen y arrasan a su paso.  Es divertido someter, violar e incluso herir entre todos a una descuidada.

Las mujeres de mi generación, que tanto hemos luchado por la igualdad, contemplamos consternadas el retroceso.  ¿Qué hemos hecho o estamos haciendo para que esto suceda?, nos preguntamos.

No sabemos la respuesta, lo que sí sabemos es que, si al hombre que mata se le encerrara en prisión de por vida y se le obligara a trabajar para pagar su sustento, este salvajismo con visos de impunidad seguramente acabaría…

Subscríbete a

MENTES ABIERTAS

A la carga…, Cristina Martínez

A la carga…, Cristina Martínez

Por Cristina Martínez Martín

A la carga…

¿Cada cuántos días cae una nueva víctima a manos de su pareja?

 

 

 

Algo a lo que nos estamos acostumbrando como a la lluvia o al calor. Ahora bien, inevitables son la lluvia o el calor, pero no lo es el arrebatar la vida a otra persona.

Ver la edad de las víctimas de género y la de sus agresores, es aterrador.  Me cuesta creer que ese menor que ha matado va a salir cinco años después a la calle reformado. Al contrario, probablemente estará dispuesto a matar de nuevo a quien le contraríe, porque en verdad ha aprendido que “el asesinar” le ha costado bien poco. Con una legislación como la nuestra, los ciudadanos de a pie tenemos una sensación de impotencia y fragilidad extrema.

Cuando veo que la policía protege a los delincuentes tapándoles la cara mientras los llevan a declarar, y los familiares de las victimas se derraman en llanto frente a las cámaras, me digo, ¡qué sinsentido! Las victimas deberían poder llorar con total respeto e intimidad mientras que los ciudadanos deberíamos poder ver y marcar a los asesinos.  

 

Temo que el problema radica en que los padres de esta nueva generación piensan que quienes deben educar a sus hijos son los maestros y profesores y se desentienden de esos hijos molestos a quienes consienten todo por no ser capaces de enfrentarlos. Y, en consecuencia, los chavales se adueñan de la situación y tiranizan a sus padres…

Es muy difícil educar a los hijos. Cierto. Eso requiere un esfuerzo continuado y penoso. Y, cuando se viene de trabajar cansado, no se tienen ganas de pelear sino de descansar.  Y, torcer la voluntad de un adolescente que lo único que desea es que le dejen estar a su aire y hacer lo que le da la gana, sin ninguna disciplina de vida ni cortapisas, es harto difícil. Ahora bien, ese esfuerzo es fundamental y necesario si queremos una sociedad justa e igualitaria. 

Estoy convencida de que la educación es la clave para erradicar esta plaga.  Sé que en las escuelas se trabajan los valores de respeto.  Sin embargo, creo que esa educación no reside en la escuela sino en los hogares. En la escuela, se les enseñan diversas asignaturas y técnicas para construirse profesiones y se refuerzan los valores que traen de casa, pero es en la casa donde aprenden el respeto y el valor de la vida. 

 

 

Subscríbete a

MENTES ABIERTAS