Los moriscos que expulsaron de los pueblos de Alicante, (Ruta de «Los mares del alba») Mar Cantero

Los moriscos que expulsaron de los pueblos de Alicante, (Ruta de «Los mares del alba») Mar Cantero

LA EXPULSIÓN DE MORISCOS DE LOS PUEBLOS DE ALICANTE

Ruta de la novela «Los mares del alba»

Por Mar Cantero

¿Sabías que una de las mayores expulsiones (si no la mayor) de moriscos de la Historia, se llevó a cabo desde el puerto de Dénia, en Alicante? 

En mi novela histórica LOS MARES DEL ALBA aparece este hecho histórico a través de varios de sus personajes principales. 

Entre los años 1609 y 1613 (siglo XVII) se llevaron a cabo las mayores expulsiones de moriscos de España y de Europa. Las primeras fueron las del Reino de Valencia, tras el decreto que se hizo público el 22 de Septiembre de 1609.

La población morisca consistía en unas 325.000 personas en un país de unos 8,5 millones de habitantes. Mientras que en Castilla y en otros lugares, estaban más dispersos, en Valencia representaban un 33% del total de habitantes.

¿Por qué ocurrió?

La mayoría de la población morisca, tras más de un siglo de su conversión forzada al cristianismo, continuaba siendo un grupo social aparte, a pesar de que en la mayoría de las comunidades habían perdido el uso de la lengua árabe, en favor de las lenguas romances y de que su conocimiento del dogma y los ritos del islam, religión que practicaban en secreto, era en general muy pobre. Salvo en Valencia, donde profesaban en secreto su religión y, a pesar de haberse cambiado los nombres por otros judeocristianos, continuaban haciendo reuniones religiosas ocultos a los ojos de los cristianos.

El inquisidor general de Valencia en aquellos momentos, nacido en Algemesí, llamado Fray Jaime Bleda, fue el instigador de la expulsión, tras escribir el libro titulado Defensio Fidei in causa neophytorum, sive Morischorum Regni Valentiae, totiusque Hispaniae (Defensa de la Fe, en la causa de un recién convertido, morisco del Reino de Valencia, y del conjunto de España) el cual envió al Rey para su lectura. Este, poco dado a leer, le pidió que lo resumiera pues eran ocho tomos, y de muy mala gana el fraile lo hizo, y se lo volvió a enviar, con la única intención de convencerle para que ordenara la expulsión.

Felipe III, al poco tiempo de acceder al trono en 1598, tras la muerte de su padre Felipe II, realizó un viaje al Reino de Valencia acompañado de su valido Francisco Gómez de Sandoval, marqués de Dènia y duque de Lerma, gran señor de moriscos y portavoz de la nobleza valenciana opuesta a la expulsión.

Pero Bleda siguió insistiendo hasta conseguir convencer al duque de Lerma, Marqués de Denia, para que aprobara la expulsión.

Son pérfidos, crueles, perversos y viciosos. Elabora una lista interminable de sus maldades y no ve en ellos más que heréticos, insensibles a los esfuerzos de los evangelizadores, y enemigos deseosos de derribar a la Monarquía española.”

D. Francisco de Sandoval y Rojas, duque de Lerma y valido de Felipe III, es presentado como el responsable político de la expulsión, aquel que convenció al Monarca de su necesidad. El Duque, como principal ministro, asiste al Rey «con el alto ingenio que Dios le ha dado y sus prudentísimos consejos». Fue él quien, «como tan christiano y tan sabio en esta materia morisca, aconsejó a Su Magestad los echase de sus reinos y después se encargó de la execución». Y refiere Bleda cómo el Rey le dijo a Lerma: «¡Grande es la resolución que hemos tomado, hazedlo vos, Duque!» Entre sus méritos incluye, además, el ser el creador de la milicia efectiva del Reino de Valencia en 1597, «terror y espanto de los moriscos», y que tuvo un papel destacado en la reducción de los que se sublevaron en el momento de la expulsión.

Texto extraído del libro “La figura y la obra de Fray Jaime Bleda”.

La mayoría de los moriscos expulsados desde el puerto de Denia, vivían y habían nacido en el pueblo que hoy se llama Polop de la Marina. Familias enteras recorrieron a pie el camino que dista Polop de Dénia, con grandes esfuerzos, pues iban niños y ancianos, hombres y mujeres. Decían que estas se vistieron con sus mejores galas y joyas para que nadie pudiera decir de ellas que pertenecían a clases bajas, pues la mayoría eran comerciantes o artesanos con un gran nivel económico, o trabajaban como agricultores en las tierras de los Señores, propietarios de los señoríos que existían entonces. Muchos fueron asaltados durante el trayecto, a pesar de que fueron custodiados por guardias. Otros, simplemente murieron, por cansancio los ancianos y los niños, sobre todo. No tenían comida, y apenas tenían agua que tenían que repartir entre todos, y eran muchos.

Todos pensaban que un día volverían, cuando la tensión se hubiese calmado, o cuando los cristianos se dieran cuenta, como así fue, de que perdían mucha mano de obra para sus tierras.

Y sí, se dieron cuenta de la pérdida, pero jamás les permitieron volver. Algunos se fugaron en el trayecto, escondiéndose en las cuevas que hoy se llaman “Los túneles de Mascarat” (Calpe), precisamente porque se convertían en bandoleros enmascarados. Otros, se hacían piratas, pues nunca tuvieron la opción de quedarse en su país, en el que habían nacido.

Dicen que los hombres que se marcharon, cabezas de familia la mayoría de ellos, se llevaron las llaves de sus casas porque pensaban que algún día regresarían y necesitarían la llave para abrir la puerta. Eso nunca ocurrió…

En LOS MARES DEL ALBA, el morisco Daniel se convierte en un bandolero, tras regresar a España, después de haber sido expulsado con su familia y enviado a Berbería. Más tarde se convertiría en un pirata como tantos otros. Si has leído mi novela, sabrás cuánto sufrieron las familias expulsadas, no solo en un viaje largo y costoso, sin apenas comida ni agua, hacinados en los sótanos de los barcos, sino que además, sufrieron el dolor en sus corazones tras alejarse para siempre de la tierra que amaban y que les había visto nacer.

A veces me pregunto por qué las personas nos hacemos tan amantes de un lugar específico del planeta Tierra, cuando no sabemos si algún día nos veremos obligados a abandonarlo.

Creo que la patria está donde uno es feliz, pero aquellos moriscos lo eran. ¿Qué sería de ellos tras su viaje para nunca más regresar?

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