¿Sufres maltrato psicológico?

 

Por Yolanda Mármol

PODRÍAS ESTAR SUFRIENDO EL MALTRATO "LUZ DE GAS"

Todos sabemos que el maltrato psicológico existe, pero por desconocimiento muchas veces es enmascarado con múltiples y variadas formas y no sabemos exactamente que nos está pasando y que tipo de maltrato psicológico estamos sufriendo.  

Concretamente, hoy os voy a hablar de la luz de gas, cuyo término en inglés es gaslighting cuyo propósito del maltratador es alterar la realidad percibida por la víctima, haciéndole creer que es falsa, que dude de ella, de su cordura y estabilidad mental.  

Si estás seguro de tu realidad y crees que puedes estar sufriendo luz de gas, te voy a dejar 5 señales que pueden indicar que estas siendo víctima de la luz de gas, e identificarlo a tiempo es primordial.  

 

5 SEÑALES DE QUE ESTAS SIENDO VICTIMA DEL MALTRATO LUZ DE GAS

•Te martiriza constantemente con fallos que puedes llegar a cometer y no tiene ningún inconveniente en usar la mentira para confundirte. 

•Acabas agotad@ y exhausto cuando estas al lado de esta persona en vez de feliz y contento, bien por su negatividad, bien porque te machaca constantemente con tus fallos o defectos, en vez de decir las cosas buenas que todos poseemos.

•Te dice frases de forma reiterada tales como ¨no es para tanto, te tomas las cosas demasiado a pecho¨, ¨te estás volviendo loc@¨, ¨eres un@ exagerad@¨, etc…  

•Dudas de ti mism@ y de tu realidad por los sentimientos de culpa constante que te hace sentir dicho maltrato.  

•Nunca te da la razón, siempre la razón la tienen ellos o ellas. Estate alerta con esto porque es imposible que nunca digamos o hagamos nada bien, ya que, en las relaciones unas veces tiene razón el otro, y otras nosotros, pero cuando nunca la tenemos y llegan a tergiversar los hechos y las palabras para salirse con la suya, debes estar muy alerta.  

Este tipo de maltrato suele darse más en parejas, pero también puede darse en el círculo familiar, de amistad, etc. Lo que sí es una característica en todos ellos es que sucede en privado, casi nunca hay un testigo que escenifique todo lo que sucede.  

Para que se entienda mejor este tipo de maltrato silenciado y que no deja huellas visibles, os dejo a continuación el testimonio de la valiente Marta hizo en la web Pikara Magazine. 

 Me llamo Marta y me he decidido a escribiros para contaros la violencia que sufrí en mi última relación amorosa. Ahora soy consciente de que no estaba loca y sé que lo que viví es un tipo de violencia psicológica que tiene un nombre: violencia “luz de gas”, o gaslighting en inglés. 

Os presento al que fue mi amor y mi agresor. Sin ser guapo era supe atractivo, un intelectual indómito y salvaje, un rebelde. Teníamos 15 años e íbamos con el mismo grupo de amigos. Era dulce e imprevisible a partes iguales. Me tenía loca. Estaba totalmente enamorado de mí y propagaba a los cuatro vientos que yo era la única. Todas las mejores canciones eran la nuestra, todas contaban nuestra increíble historia, especial como ninguna (así lo sentíamos). Vamos, amor romántico de manual.

A lo largo de los años, nuestras vidas fueron entrelazándose a ratos y separándose en otras ocasiones. Ambos tuvimos otras relaciones. Tan pronto nos encontrábamos y tocábamos el cielo como nos sumíamos en los reproches o en el silencio más oscuro. A pesar de tanto sufrimiento y volatilidad, en mí siempre estaba esa certeza romántica de que algún día la vida nos juntaría. Y así ocurrió. Comenzamos a salir “oficialmente”. Tendríamos unos 25 años. Al principio no cabíamos en nosotros de la alegría. Pero tras la euforia inicial, la felicidad duró poco.

Pasados unos meses todavía teníamos algunos momentos bonitos pero, tras un par de cambios en su vida que llevó fatal, comenzó a tener muchos cambios de humor. Yo lo achacaba a que estaba pasando un mal momento. A menudo estaba frustrado por algo ajeno a mí (la enfermedad de un familiar, problemas en el trabajo, dificultad para sobrevivir en una gran ciudad…) y pasaba horas de morros, sin dirigirme la palabra o caminando un metro por delante de mí en la calle, a toda velocidad, mientras yo le preguntaba corriendo tras de él qué pasaba sin obtener respuesta. De repente, tan de golpe como llegaba la cerrazón, volvía a estar normal y encantador; y recuerdo que yo sentía mucha confusión y sensación de irrealidad: “¿Esto ha pasado?”… 

Comenzó a reprocharme esa libertad que él siempre había admirado de mí. Cuando yo me comportaba de manera espontánea casi siempre había una queja, o ponía en cuestión mi comportamiento o mi lógica. Así que, sin darme cuenta, aprendí poco a poco a auto censurarme para no discutir, convirtiéndome en plastilina en sus manos. Siento una persona que no era. Como si fuera Dr. Jekyll y Mr. Hyde, tan pronto se enfadaba sin ninguna explicación como que estaba dulce y cariñoso. Al principio yo alucinaba y me rebelaba. Luego empecé a pensar que quizá era una exagerada y que era mejor aprovechar los momentos “buenos” ya que eran cada vez más escasos. Pero eso me mataba, me dejaba en una posición de debilidad y de confusión tremenda.

Tiempo después de dejar la relación fui consciente de que yo tenía miedo de forma permanente al saber que sus reacciones eran imprevisibles. Pero, cuando estaba dentro, increíblemente no me daba cuenta de que eso tan desagradable que sentía era miedo. Recuerdo también discusiones telefónicas eternas a última hora del día cuando yo estaba agotada y sólo quería dormir. Me cubría de reproches por cosas que según él yo exageraba o me inventaba: me negaba cosas que él me había dicho, conversaciones que habíamos tenido, decía que no me acordaba de nada y me acomplejaba por mi “falta de memoria”; en contraste con la suya, certera siempre según él. ¡Hechos, dame hechos concretos!- me exigía- No me sirve con que me digas que en ese momento recuerdas sentirte mal. ¡Dame hechos! 

En los últimos meses de la relación cada vez que hablaba con él por teléfono llegué a tener siempre un cuaderno y un boli al lado para apuntar nuestras conversaciones, así me aseguraba de saber exactamente qué habíamos dicho ambos y cuándo, ya que para ese momento yo ya no confiaba para nada en mí, en lo que había oído o visto ni en mi memoria. Lo fuerte es que yo esto lo veía normal. Todo iba aliñado con declaraciones de amor profundo y de “para mí eres lo primero”, aunque en la práctica él ignoraba todas mis peticiones de cambio. Yo era quien invertía más energía y dinero en estar con él, desplazándome a su ciudad, pero él me convencía de que yo era egoísta, despistada y desconsiderada.

Yo no concebía que alguien que “me amaba tantísimo” pudiera estar maltratándome. Pero eso estaba ocurriendo y de hecho, sin darme cuenta, había entrado en un estado de debilidad, desorientación, desgana y tristeza que casi no me permitía disfrutar de nada. Cuando salí de esa relación, entendí que ese “orgullo” que me reprochaba no era tal, sino amor propio. Aunque me considero optimista, proactiva y bastante enérgica, y conté con el apoyo de algunas amigas y mis padres, tardé más de un año en recuperarme, en sentirme fuerte de nuevo y en abandonar la culpa. 

Sin terapia creo que no hubiera sido capaz. Años después, en una clase sobre las violencias psicológicas, la profesora describió la violencia “luz de gas” y me puse en pie como con un resorte: ESO ES LO QUE A MI ME OCURRIÓ. Me di cuenta de que no era algo que había sufrido de forma individual sino una forma de violencia psicológica institucionalizada y normalizada, que persigue el control de la persona violentada. 

Amor es buen trato, disfrute y apoyo, nunca manipulación, malestar ni control. Gracias por leerme. 

Si crees estar sufriendo este tipo de maltrato, espero que este articulo te haya ayudado y si crees que puede ayudar a mas personas, no dudes en compartirlo en tus redes sociales. Gracias.

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La revista no se hace responsable de la opinión de sus autores. 

 

 

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